Berenice es maestra de educación primaria desde hace algunos años. Durante su carrera docente ha visto una y otra vez propuestas de cambio educativo. Ha sido testigo ocular y de oídas de varios cambios de mapas curriculares, planes, programas y textos escolares, pero casi nunca se ha apropiado de ellos, tampoco los ha vivido del todo en la práctica y mucho menos ha experimentado con ellos en el aula, espacio íntimo donde tradicionalmente transcurre el hecho educativo, donde unos enseñan y otros aprenden mutuamente. Recuerda un tanto indignada, la reforma peñista de 2013 fue una "jalada", un rotundo fracaso, que no contó con más apoyo que el mediático, el ejército y, por supuesto, el oficialismo; en tanto, la comunidad magisterial impugnó su implementación; salió a las calles, cerró escuelas y tomó plazas, con la intención de echarla abajo, alegando ser una reforma distorsionada, ajena al ámbito educativo, hecha a imagen y semejanza de los designios neoliberales, que ponía el foco en lo laboral y atentaba contra la estabilidad del profesorado en servicio, por lo que se aferraron a no dejarla pasar.
Pero ahora, con un aliento esperanzador, Berenice vaticina que la transformación educativa que viene no es igual a las anteriores, tanto en el fondo, contenido, orientación, lenguaje y misión; pero, sobre todo, en la forma de construcción de sus directrices, en cuya base subyacen enfoques críticos, de codiseño y participación horizontal. Hoy por hoy, asegura la profesora, sus colegas no están enojados con el gobierno, tampoco dudan de su política y acciones de trasformación. Más aún, miles de ellos aprueban su gestión, estilo de mando e iniciativas de cambio. Confían en él y esperan un verdadero cambio educativo, que reconozca al magisterio como un factor clave, dada su experiencia, conocimientos y formación especializada, así como al alumnado y padres de familia, entre otros actores sociales, que en conjunto habrán de empujar el cambio que viene, con énfasis en el desarrollo humano, en el bien común, en el cual todas y todos tengan derecho a escuela, a aprender en ella y a formarse bajo una pedagogía humanista, ciudadana, democrática y solidaria, en que el bienestar comunitario y el del universo natural sean prioritarios.
En mi opinión, la nueva propuesta de transformación educativa es una apuesta muy ambiciosa y desafiante; pero al final del día es una utopía posible, que promete un cambio profundo, una suerte de refundación de la escuela, de su organización, procesos, interacciones y prácticas docentes, incluyendo una nueva forma de actuar de los estudiantes, otra manera de relacionarse con las familias y la comunidad. Plantea otra visión del aprendizaje y de la enseñanza, de las formas de construcción, socialización y apropiación, pero sobre todo de su relación con la realidad social y natural, de sus usos prácticos, con énfasis en el bien común, del individuo y de la comunidad.
Otro cambio radical es la conceptualización y prácticas de los actores educativos, quienes ya no son considerados desde una visión reduccionista e instrumentalista, simples aplicadores y operadores de modelos educativos, sino que ahora se conciben como profesionistas educativos, con conocimientos especializados, experiencias y trayectorias continuas y fecundas, todo lo cual es reconocido y, por tanto, están llamados a jugar un papel central en la construcción del nuevo cambio educativo, en su codiseño e implementación, previas mesas de diálogo, estudio y argumentos deliberativos, lo que hace pensar que el proyecto transformador de la nueva escuela mexicana, ya no son ni serán proyectos acabados, ajenos a las vivencias de la escuela y de sus entornos cercanos, construidos por los gurús de la alta política educativa y de sus allegados de confianza.
Contrario a las prácticas autoritaria e impositivas, propias de la clase política neoporfirista y neoliberal, ahora la transformación educativa en ciernes sigue otra ruta, marcadamente participativa, horizontal y democrática, que incluye voces diversas, críticas y deliberativas, entre ellas la del magisterio, expertos y demás actores sociales, pero sobre todo, se apuesta a las y los maestros frente a grupo, cuyo compromiso con su profesión y amor al prójimo, a sus alumnos y comunidad, son fundamentales para sacar adelante la transformación educativa que viene, con lo que seguramente juntos haremos historia, patria y futuro.
¡MAGISTERIO DE BÁSICA UNIDO, LA TRANSFORMACIÓN EDUCATIVA NOS LLAMA!
Nota: El autor es subsecretario de Educación Básica de la SEC en Sonora.
Hermosillo, Sonora, 3 de julio de 2022