Hermosillo, Sonora, 3 de octubre de 2021
Antes de que el Gral. Álvaro Obregón venciera la terquedad del presidente Venustiano Carranza de impedir su candidatura presidencial y de que ocupara Palacio Nacional, en 1920, por la vía electoral, el país aún estaba convaleciente; no gozaba de buena salud, debido a los daños de la revolución, cuya repercusión propició el quiebre de negocios, déficit de empleo y falta de ingresos fiscales, además del desgarramiento social, con una pérdida de dos millones de vidas, más el recrudecimiento de la mendicidad y el analfabetismo, sin menospreciar el clima de encono, crispación y revanchismo, aún sin disiparse plenamente.
Entonces las arcas estaban vacías, las escuelas carecían de todo y los maestros sufrían por falta de ingresos. Una maestra recuerda:
Durante seis meses no probé un pedazo de pan; habíamos conseguido con mucho trabajo un costal de maíz. Tampoco había leche en los expendios… estábamos pendientes de la entrada de trenes. Nos subíamos a algún carro y nos abrazábamos de la mercancía que nos hacía falta, como una lata de manteca, carbón, frijol, que pagábamos al llegar a la estación… no había carne y gatos y perros servían de alimento. Se arrancaban quelites y verdolagas que crecían entre las piedras… No nos pagaban con puntualidad, los pobres maestros hacían cola en el Palacio Municipal durante horas y les pagaban con morralla.
Con ese sombrío telón de fondo, Obregón tomó posesión como presidente constitucional el primero de diciembre de 1920 y muy pronto reveló su vocación por las escuelas y la educación popular, apoyando con leyes y dinero público su mejoramiento. En 1921, con apenas unos meses en la silla presidencial, hizo de conocimiento público el establecimiento de una nueva agencia educativa federal que, con la denominación de Secretaría de Educación Pública, tomaría a su cargo la gestión escolar en todo el país, con la encomienda de auxiliar a los estados con recursos presupuestarios y orientaciones técnicas, así como establecer escuelas y campañas de alfabetización, con énfasis en las zonas más rezagadas, entre ellas las poblaciones rurales y comunidades indígenas.
Para ese efecto, en septiembre de 1921, Obregón firmó un decreto muy ejecutivo y luego dispuso su publicación en el Boletín Oficial de la Federación, ordenando, en primer término, el establecimiento de "una Secretaría de Estado, que se denominará de la Secretaría de Educación Pública", la cual entró formalmente en vigor un día como hoy 3 de octubre, pero del año 1921, justo cuando se cumplía el primer centenario de la consumación de la independencia, lo que, en mi opinión, era motivo de una doble celebración.
Además de establecer la SEP, Obregón nombró como primer secretario a un personaje de su confianza y a fin a su gobierno, José Vasconcelos, a quien apoyó en sus proyectos de llevar escuelas a todos los estados, establecer bibliotecas, fomentar la lectura, el arte y emprender una campaña de alfabetización, con un cuantioso presupuesto inicial de 45 millones de pesos, "cuatro veces a lo adjudicado por cualquier otra administración" federal.
Sin embargo, no está demás decir que en su etapa primigenia, la SEP se topó con serias resistencias, celos y desconfianza, tanto de parte de maestros como de autoridades estatales, que veían la amenaza de ser desplazados de un ámbito administrativo que hasta entonces recaía en sus manos y sobre el cual actuaban con plena soberanía. No fue el caso de Sonora, cuyo gobernador Alejo Bay se mostró muy hospitalario, de modo que, en 1922, se tuvo el primer contacto con la SEP, mediante su delegado federal que instaló su oficina en una casa rentada en el centro de Hermosillo, donde empezó a despachar, siendo una de sus primeras funciones pagar la tercera parte de los sueldos de los maestros, el resto era cubierto con cargo a los ingresos del estado.
Entre los años de 1925 y 1926, se fundaron las primeras escuelas de gestión federal, entre ellas se recuerda la que fundó el profesor Eduardo Thomson en el Carrizal, una localidad de extrema pobreza enclavada en el corazón del territorio Seri, seguida de otras dos más: una en Bacum, para niños indígenas de la etnia yaqui, y en Huatabampo, puesta entre 1925-1926.
Más allá de dudas y resistencias, las cuales se desvanecieron por diferentes vías, entre ellas el dialogo, convencimientos, consenso o la fuerza, lo cierto fue que la SEP salió avante y muy pronto hizo acto de presencia a escala nacional, con importantes intervenciones en bien de la formación de un sistema nacional educativo que, pese a la crisis sanitaria en curso, aún goza de buena salud.