Apuntes para docentes y más / Educación: fiscalización e inspección escolar. Una mirada al siglo XIX

      

    En el siglo XX la figura del Inspector de Educación fue muy importante, como por ejemplo el caso del profesor de primaria, Ventura G. Tena, quien dejó las aulas y se fue a la bola con los revolucionarios constitucionalistas. Después volvió a lo suyo, la educación y desempeñó el puesto de inspector de escuelas en Álamos. En 1920, era parte del cuerpo de inspectores al servicio de la Dirección General de Educación Primaria en Sonora.

    Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]

    Hermosillo, Sonora, 25 de septiembre de 2021

    La primera vez que apareció la figura de un agente con funciones de vigilar las escuelas, sus procesos internos y el desempeño docente, fue en 1881, cuando la ley orgánica de educación estableció, en su artículo 83, el puesto de visitador de escuela, que recaía en una persona de confianza del gobernador, con objeto de vigilar todo lo que hacían las escuelas: el uso de libros de texto, la higiene y el orden, el libro de matrícula, la lista de asistencia, el adelanto de los alumnos, la conducta de los maestros y, sobre todo, "el cumplimiento de las leyes que hacen obligatoria la enseñanza primaria".

    Había otra figura que, con la credencial de inspector, desempeñaba funciones similares al visitador, con la diferencia de que este cargo recaía en el prefecto de distrito, jefe político con más poder que hasta los cabildos. Además de los visitadores e inspectores, cuyos nombramientos autorizaba o retiraba libremente el gobernador, existía el cargo de subinspector, con las mismas atribuciones de fiscalización y control, pero limitadas al ámbito municipal, cuya responsabilidad recaía en cada uno de los presidentes municipales.

    Tanto el visitador como el inspector y subinspector desempeñaban tareas más alineadas a la fiscalización y control escolar que al mejoramiento técnico-pedagógico y, no podía ser de otro modo, si consideramos el objeto de las comisiones, el perfil político y estatus de quienes las desempeñaban. Unos y otros visitaban a las escuelas y documentaban todo lo que observaban; incluso consultaban a vecinos e indagaban con los alumnos, en su afán de saber y cerciorarse más allá de lo que veían con sus propios ojos.

    Enseguida enteraban al gobernador del resultado de la comisión; lo ponían al tanto del desempeño y conducta del profesorado, de las ausencias y el aprovechamiento del alumnado y de las condiciones materiales, además del papel de las autoridades locales y del porqué los padres de familia rehusaban mandar a sus pupilos a la escuela.

    Con base en los reportes de inspección, el gobernador tomaba las decisiones correspondientes, que hacía saber por conducto de su secretario de gobierno, responsable del despacho de los asuntos escolares, dado que entonces no había ninguna oficina para ese efecto. Entre las decisiones, figuraban reclamos a los funcionarios locales, por desatenderse de la enseñanza; exhortos a vecinos, para apoyar la escuela y mandar sus hijos a clases; ordenaba sanciones; autorizar subvenciones y hasta cesaba maestros o maestras, alegando incompetencia, incumplimiento o conducta deshonesta.

    A modo de ejemplo, transcribo un informe hecho a puño y letra por el visitador escolar Manuel Álvarez, quien fue comisionado en 1889, por instrucciones del gobernador, para que pasara revista a la escuela primaria de varones, con sede en Estación Torres, municipio del Hermosillo, que entonces dirigía Rafael Flores, un joven profesor de bajo perfil, sin pericia docente ni estudios formales de pedagogía, que no podía con la gestión de la escuela ni con control de sus alumnos y tampoco contaba con la confianza de sus padres, lo que en suma hacía que la escuela naufragara en el caos, sin rumbo ni gobierno.

    El 17 de septiembre de 1889, tras haber concluido su visita de inspección, se comunicó con el gobernador y esto fue lo que lo que informó:

    "Conforme el acuerdo del C. Gobernador (…) el día 29 de agosto me presenté en la Escuela de Niños de Estación Torres y habiendo manifestado la comisión que llevaba al Director Rafael Flores procedí a practicar la visita que se me ordena, de la que resultó los siguiente:

    1. El número de alumno que tiene en la lista la Escuela es de 26, según consta en el estado adjunto, de los cuales sólo tres había presentes, por lo que dispuse citar a los niños para la próxima tarde. En la tarde asistieron 26 y examinados en las clases que les correspondían resultaron estar muy atrasados en todos los ramos, ante lo cual el director manifestó estar muy atrasados por la falta de útiles para la enseñanza.

    2. Observé que en los niños no hay orden ni disciplina de ninguna especie, el desorden en pleno.

    3. No existe libro de matrícula ni lista de faltas, para conocer la ausencia o asistencia regular de los escolares.

    4. No hay asientos ni mesas para los niños.

    A fin de cumplir mejor con mi cometido, suplique a algunos padres de los niños que manifestaran los motivos porque no hacían asistir a sus hijos a la escuela, advirtiéndoles del mal que les hacían, y dijeron como en una sola voz: que el motivo era: que como el director era muy joven y tiene en su Escuela alumnos caso de su misma edad y compañeros de niñez, no es posible al referido Director mantener el orden en su establecimiento, por cuyo motivo los niños no adelantan y sí pierden el tiempo en vano.

    Con respecto a la conducta del Director, manifestaron que es buena, y no tienen que tacharle nada.

    Por la comparación del estado de los alumnos que componen la escuela, y la relación adjunta de los libros que tiene se ve que estos últimos son más de los necesarios.

    Ordené se formará desde luego la matrícula y listas de asistencia, así como que se remitan los estados de fin de mes, para lo que di los modelos correspondientes.

    Por lo antes expuesto, soy de la opinión (…) que se remueva el Director del referido plantel, porque si bien es cierto que observa buena conducta y mejor voluntad para servir al gobierno su falta de edad lo imposibilita para desempeñar el empleo que tiene.

    Hermosillo, septiembre 17 de 1889. Mariano Álvarez".

    Informes como el del visitador referido eran comunes en esos tiempos difíciles, en que la escuela y la supervisión aún no se afianzaban, particularmente en poblaciones rurales, donde tener una escuela digna y un maestro idóneo eran una utopía y, qué decir de los inspectores de "adeveras", una verdadera proeza, si sopesamos el tamaño de su responsabilidad: cuidar que la normatividad educativa aterrizara en el terreno escolar, lo que hasta ahora sigue siendo una asignatura pendiente.

    Además, visitar escuelas y cerciorarse por cuenta propia, eran un gran desafío, si se recuerdan las dificultades de traslado, lo dilatado de los punto donde había escuelas, sin menospreciar los riesgos asociados; quizás por eso la inspección, en su origen, también fue un oficio predominante de varones, sin mujeres, pues entonces no era bien visto que anduvieran solas y, mucho menos, que abandonaran el hogar familiar, pues sin ellas el castillo doméstico perdería una reina, decían entonces algunas voces machistas.

    Hacia 1920, el 100 por ciento de inspectores, que hacían algo más de una decenas, eran varones, todos ellos, ahora sí, con un perfil de profesores, experiencia áulica, y trayectoria consolidada. Dignos de recordarse son: Epifanio Vieyra, Ángel García Aburto, Enrique Corona y Manuel Quiroz Martínez, entre otros.

    Cabe mencionar, que en el siglo XX la figura del Inspector de Educación fue muy importante, como por ejemplo, también hay que agergar al profesor de primaria, Ventura G. Tena, quien dejó las aulas y se fue a la bola con los revolucionarios constitucionalistas. Después volvió a lo suyo, la educación y desempeñó el puesto de inspector de escuelas en Álamos. En 1920, era parte del cuerpo de inspectores al servicio de la Dirección General de Educación Primaria en Sonora.

     

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